Entrenando la calidad de nuestra presencia: ¿qué tan presentes estamos en lo que hacemos?
La “economía de la atención” es un concepto creado por autores contemporáneos que profundizaron sobre una idea: la atención humana como un recurso y también como un bien escaso.
Uno de nuestros mayores desafíos es captar y mantener la atención de: nuestros empleados, de posibles clientes… o simplemente de cualquier persona que nos interesa. El dilema pareciera ser cómo poder “estar” o “destacar” en la inmensa variedad de alternativas que se nos presentan a diario.
Este articulo pretende dar algunas claves para aprender a gestionar este recurso esencial y limitado: nuestra atención. Y tomar consciencia del poder transformador que tiene cuando la gestionamos.
La pandemia permitió a muchas personas tomar consciencia de lo “finito que es nuestro tiempo”. Algo así como un máster acelerado en pensar y definir cómo queremos vivir y cuál queremos que nuestra huella en este mundo.
Seguramente te has preguntado alguna vez: ¿“qué elijo” y “qué no”, “qué necesito” y “qué puedo aportar desde donde estoy”?....... ¿O aún no?
Si lo has hecho, es que ya has salido del “modo automático de vida” y estás eligiendo tomar el “mando de tu vida”, y “cómo hacer ‘mejor’ las cosas” es una pregunta que se te viene a diario.
Y si aún no lo has hecho, este articulo quizás pueda darte alguna pista. Porque por algo lo estás leyendo.
Del estado “Mind full” a los aportes del Mindfulness
El proceso de toma de consciencia y reinvención personal supone tres simples y, a la vez, ¡complejísimos! momentos:
1) pensar; detenerme, “parar la pelota” y sobre todo: observar sin juzgar. Sólo observar.
2) poner en palabras (preferentemente escritas o a través de gráficos, hoy el Design Thinking aporta muchas herramientas). y 3), pasar a la acción. Porque si no, todo ese pensamiento se vuelve “neurótico” y entramos en “bucle” y aparece el autoboicot. Y el sentimiento de frustración.
Rudolf Steiner, padre de la Antroposofía, desarrolló su teoría de los “septenios”, que explica cómo las personas hacemos grandes saltos evolutivos cada siete años, a partir de repensarnos de manera automotivada.
Si no fluimos en ese proceso evolutivo natural, la vida igual nos pondrá en situaciones incómodas para hacerlo, ya sea a través de conflictos, enfermedades, entre otras.
La elección siempre es nuestra. Nuestra vida, como las plantas, evolucionan inevitablemente. Es nuestra decisión que fluya “torcida” o “erguida”.
Nuestra calidad de presencia se cultiva y se entrena cada día. Un primer paso puede ser preguntarme a diario: ¿qué tan presente estoy en cada espacio que habito, en cada acción que hago?
nos lo ha puesto aún más complicado, ¿o no?
“Estar” con mi equipo a través de un ordenador mientras “no estoy” en la sala de mi piso, donde sí estoy realmente con mis hijos o con quienes comparto mi vida a diario. Suena un poco difícil no enloquecer, ¿no? Suena a disonancia espacial, que bien podría ser una evolución 2.0 de la conocida disonancia cognitiva, ¿a que sí? (ahora que a todo le ponemos los sufijos 2.0; 3.0; 4.0…).
Mantenernos en eje, practicar la coherencia, parece ser todo un “curro” de esta era que estamos viviendo.
Humanismo pospandémico
Este nuevo mundo caótico, incierto, ambiguo, no lineal, complejo y ansioso, pareciera requerir de profesionales “altamente” HUMANOS. Parece una obviedad, pero pensemos con una mano en el corazón: ¿cuántos ejemplos de “humanidad” vemos a diario?
Se necesitan urgente, y cada vez más, profesionales con habilidades sociales probadas desde sus propios “quiebres personales”, aprendizajes que les brindan más empatía para acompañar en la gestión de las emociones de personas de sus entornos. Con mucha humildad y “tacto”. Porque estamos tratando con sentimientos, con personas.
Este mundo cada vez más automatizado, despersonalizado, con crecimiento de “avatars” (en mi diccionario sería más bien sinónimo de “ser lo que no se es en esencia”), la necesidad de personalización, sentirse escuchado, comprendido, acompañado y valorado es cada vez más vital.
Los profesionales en inteligencia emocional serán cada vez más necesarios en un mundo con más inteligencia artificial, cada vez más telemático y conectado digitalmente, pero más desconectado en valores humanos, esos pilares milenarios que dan sentido de vida y razón de existir.
El “back to the basics” pareciera ser urgente. Agradecer, pedir perdón, saludar, dar la bienvenida, acompañar en la salida, no mentir, cumplir las promesas, pensar antes de hablar y decenas de actos lingüísticos básicos que hoy parecieran más bien sorprendernos y son reemplazados por “exigir”, “manipular”, “chantajear”, “destruir la moral”, “decir y hacer lo contrario”, liderar a través de amenazas, generando miedo, espacios de trabajo donde los gritos y golpes en las mesas son aceptados. Parece increíble que sucedan todavía, ¿verdad?
Hagamos un checklist rápido:
- ¿Qué tanto de unos actos lingüísticos o de otros observas que suceden donde trabajas?
- Y tú, ¿qué haces cuando los presencias? ¿Cómo es la calidad de tu presencia en esos momentos?
- ¿Te sientes libre de poder accionar o esclavo y prefieres dar vuelta la mirada?
Muy pocos se animan a decirlo abiertamente, pero las empresas hoy siguen siendo uno de los espacios humanos más tóxicos increíblemente aceptados DE MOMENTO, por más frutas, yoga en sala y masajes pongan como "beneficios".
Y digo, “de momento”, porque la fuga de talento o la “gran dimisión” (como ya la llaman reconocidos teóricos contemporáneos) genera cada vez más esfuerzos en la, para nosotros, mal llamada “retención” del talento. Pensémoslo como sucede en una pareja: si tengo que “retener” a mi pareja, es que no está “naturalmente” enamorado o conectado de mí, por lo cual, nuestra “conexión” no es nata, es “superficial”. Lo mismo sucede en las organizaciones. Si tengo que “retener”, igual no me está eligiendo por “amor”, sino por “miedos” (internos o externos) y estará arraigado en estados emocionales que no favorecen la “productividad” ni el “bienestar organizacional”. Esa persona, estará resignada o resentida o, en el mejor de los casos, atenta (ambiciosa) a cualquier oportunidad que le aparezca un poquito mejor que la que yo le ofrezco. De cualquier manera, esa persona, en mi organización, no se encuentra “feliz”, a “gusto” ni “conectada”, por lo que no brindará lo mejor de su talento.
Estos últimos años los veo como un proceso de selección natural también
en las organizaciones. Lo que es, es y será, y lo que no, ya no se puede mantener. O requerirá de grandes esfuerzos, costos y sufrimiento.
La Crisis Humanitaria que estamos viviendo es principalmente una Crisis de Valores. Lugares comunes que surgen con quien conversemos, aquí o allá, en cualquier punto del planeta: el Respeto, base de la Confianza y el CONTRATO SOCIAL, parecieran haberse quebrado. Un sentimiento de desilusión invade la humanidad.
El contacto humano, la conexión y empatía que genera una conversación -ya sea cara a cara, lo que en poco tiempo será un lujo, o mediada por tecnología-, serán prioridad para volver a sentirnos SEGUROS, necesidad básica para la salud y el desarrollo de las personas.
Démosle caña a Terminator
Como dice David S. Rose"Las empresas que están preparadas para el éxito en el siglo XXI, están destinadas al fracaso en este nuevo siglo XXII que estamos inaugurando" como . Frase que continuamente comparte Aurora García Recalde, creadora de Huella Humana, esta red de profesionales humanistas de un variadísimo abanico de especialidades e industrias a la que he elegido sumarme para aportar desde mi lugar.
La reinvención ante trabajos que posiblemente desaparecerán con el avance de la tecnología, requiere de una mirada urgente de un management cada vez más humanista y por qué no, más creativo. En un mundo donde la Tecnología pareciera ser Dios, y nos vuelve "autómatas", urge recordar el poder divino que tenemos innato los seres humanos de crear.
¿O ya nos olvidamos que somos seres creadores de vida? Concebimos, gestamos, parimos, criamos. Otros seres humanos, sí. Pero también proyectos, libros, empresas, emprendimientos y lo que se nos ocurra inventar.
Todas esas "funciones" y "creaciones" necesitan de una sola energía: el AMOR, que no es más que ATENCIÓN, tiempo, dedicación, PRESENCIA CONSCIENTE. La misma que necesitan las plantas para crecer en el hogar
Siempre podemos elegir: la clave está tenerlo presente, a cada momento
entornos o en las “agendas” laborales. ¿Ah sí? ¿Cómo?
Desde el momento en que me despierto, ya puedo elegir entre agradecer… o quejarme. Prueba unos días y observa tú mismo los resultados en tu vida. Poner en movimiento el cuerpo, calma automáticamente la mente: es un ejercicio simple para “distraer” el cerebro que hace lo que tiene que hacer: pensar. Pero ese proceso, en nuestra sociedad, se vuelve fácilmente “neurótico”, y pensamos “de más”. Cuando observemos que estamos comenzando ese bucle, la solución la tenemos a mano y es súper simple. Sólo tenemos que elegir.
Lo más fácil es identificamos con esos pensamientos, ese bucle neurótico. Esta opción es la que menos “esfuerzo” a nivel energético no demanda al comienzo. Pero de seguro nos dejará hechos polvo al final: nos lleva a victimizarnos y ya te puedes imaginar que desde ese estado no podremos elegir accionar a consciencia, si no que reaccionaremos, volviéndonos “esclavos” de nuestras emociones.
O podemos elegir, a consciencia, lo que supone al comienzo un esfuerzo energético mayor (tomar consciencia) pero cuyos efectos serán notoriamente “positivos” al final: nos sentiremos más “livianos”, “asertivos” y “dueños de nosotros mismos”.
¿Cómo lo puedo lograr? Poniendo rápidamente el cuerpo en movimiento con una caminata, un estiramiento, salir a correr, básicamente, hacer lo que mi cuerpo “me pida”, me “indique”, siempre en un marco de respeto hacia mí y hacia los otros, para que nuestra energía vital haga foco y se concentre en otro sitio que no sea nuestra mente. Desde el cuerpo “no pensaremos”. Poner el cuerpo en movimiento nos genera, además de endorfinas, una apertura de nuestra mirada, nos amplía la perspectiva o el “lente” a través del cual vemos la vida y nuestras situaciones a resolver.
La toma de consciencia se entrena cultivando la CALIDAD de nuestra PRESENCIA en cada acto que presenciamos o hacemos, en cada espacio que habitamos. Si la conexión organizacional es nuestro foco, recordar: para conectar con otro, primero tenemos que estar conectados con nosotros mismos.
Mi actual formación como Instructora de Yoga me aporta claves para que ese equilibrio de “pies en la tierra, mirada al cielo infinito” se materialice a diario. O eso intento, cada nuevo día.
De ese proceso de revisión personal, hace justo un año, junto con mi marido elegimos migrar (con hijos incluidos, ¡claro!) a Valencia (España), ciudad que nos atrajo como un imán y en la que estamos muy contentos de haber elegido. Para mí, "migrar" es pasar de un estado a otro, soltar "todo ese Yo" que quería dejar atrás y hacer una "poda" como en otoño, para quitar esas "partes que venían torcidas o ya estaban podridas" para "dar espacio" a un "nuevo Ser".
En el proceso de reinventarse, tampoco hay que tirar todo. Creo en lo transformador que resulta agradecer el pasado y seguir para adelante. Gracias a ese proceso, coincidimos con Huella Humana.
Laura Ballesteros. Lic. en Comunicación Social, especializada en Comunicación Organizacional (UNC) Coach Ontológica (UNC) y Esp. en Marketing y Comunicación (Univ. Complutense de Madrid). Cuenta con más de 15 años de experiencia en consultoría freelance y en organizaciones principalmente de los sectores de la educación y la tecnología. Fue Gerente de Comunicación Interna de la Universidad Siglo 21 (Argentina) entre 2017 y 2020. Ha trabajado en entornos Agile, acompañando diversos proyectos: lanzamientos de productos y servicios, Comunicación Interna, Employee Branding, Clima Laboral, Estrategias para el Desarrollo de Talentos, Fidelización (Engagement), Transformación Cultural. Actualmente reside en Valencia (España), donde se dedica a la Consultoría de manera independiente, a la formación en soft skills y estudia Instructorado en Yoga para profundizar sus aportes como facilitadora. Su foco hoy es vincular los mundos del Mindfulness y el Management que son, a priori, tan dispares como necesarios para la creación de ambientes de trabajo plenos: saludables y productivos.